Conchi Ardanaz, profesora y vicedirectora del CIP Huarte, Patricia Díaz, orientadora y Cibrán Santos profesor y Jefe de Estudios han participado en la jornada organizada por el Teléfono de la esperanza en torno a la prevención del suicidio en el ámbito educativo, destacando que los centros escolares deben funcionar como «espacios salvavidas» para los y las adolescentes en crisis.
La adolescencia se ha vuelto un período cada vez más complejo, donde muchos/as jóvenes experimentan desesperanza, manifestada a través de silencios y miradas apagadas, bajo rendimiento académico e irritabilidad. En el día a día, a veces se esconden silencios que gritan. Los y las adolescentes atraviesan momentos difíciles donde el futuro parece desdibujarse, y es ahí donde el papel del profesorado cobra un valor incalculable. Estos síntomas pueden ser señales de alerta de problemas más profundos, incluyendo ideas suicidas, a menudo provocadas por presión académica, acoso escolar, mal uso de redes sociales o falta de apoyo emocional.

Patricia Díaz, orientadora del CIP Huarte, nos recuerda algo fundamental: si el alumnado comparte su dolor, lo peor que podemos hacer es minimizarlo o ofrecer soluciones simplistas. Cuando se ahogan en sus propios pensamientos, necesitan una mano que sepa sostenerlos, no juzgarlos.
Por otro lado, el profesorado no puede cargar con esta responsabilidad sin la preparación adecuada. Como señala Cibrán Santos, «es imprescindible que nos formemos en desarrollo personal y generemos vínculos con los estudiantes». Esta conexión humana es la que permite detectar cuando algo no va bien, más allá de los suspensos o el desinterés en clase.
El objetivo real es el bienestar de la persona. Como apunta Conchi Ardanaz, un alumno/a agradecido/a aprende mucho más y un profesor/a agradecido/a enseña mucho más. Cuando priorizamos el corazón, estamos construyendo verdaderos refugios dentro de las aulas.
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